12/8/13

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Todas mis palabras habitan en el hatillo de un espécimen demasiado inoportuno

 
un cuerpo como un pocito de niño cual terruño de nadie coronado hecho mundo

 
[de] pedacitos esponjosos que absorben el latido y hurgan el halo de las sombras

 
pintando el viento y la huella acantilada en mi rostro las monedas del despilfarro

 
y las carencias de una mano que esconde aquel vientre en el hambre del sortilegio

 
precario al menos ahora mientras remonto lo creciente por el hambre y el frío anhela

 
un solo desierto que estreche con uñas demasiado insignificantes e inacabables tal vez

 
hoy desprendiéndome de la vida otra para alcanzar todas mis desvalidas palabras
de niño perdido

 
desdoblando la esquina en un escalofrío miedo palpable que sube hasta el talud
y la astucia

 
o inocencia emerge gira barre alerta al escalador adherido al corazón que astilla

 
para mantenerme así en un adiós y en un manoteo de nativo sumido en la bóveda

[de] cuya

contemplación para desaparecer sin variación atraviesa toda súbita condena.

 

Y además
aún empezando a nacer

su lengua en mi regazo ha omitido el placer

[de] tu olvido.

 

Demasiado juntos comprendemos que hay un sudario sin meditación ni contagio

ni contigo

 
sin deseo ni tiempo presa alumbrando sin embargo la íntima parte sin nombre
crece la cervical

cede 
el espacio sin compromiso de un paisaje ahora tan remoto y nómada   
                                                                                                                                —la hoja
desalojando la ilusión del caparazón y la huesa del acróbata

                                                                                                                                —el aliento

del
espectro.

 
 
Todas mis palabras en un hatillo

cubren el pozo

dentro
la seguridad

lo encontrado

 
el contra

 
la filtración que aborta el olvido

 
el contra

 
la coraza a pique apartándose

deviene

hoja.

 

Todas

demasiadas

 
como piedras preciosas ápices virulentos asolando el lugar que aún habito

inesperado banquete donde florecen diminutas obras abrazadas y apacibles

 
niñez

balbuceo vigilando el pliegue cerca mientras desierta la mirada

 
hasta un mundo diabólico hipermiope de muertes prematuras

 
sorprendidas en el acto mientras los condenados en el lecho

 
mientras

nacer juntos

en un hilo ensangrentado.

1 comentario:

Carmela dijo...

piedras preciosas, de niño perdido o de espécimen inoportuno, pero piedras preciosas que son sin duda el tesoro de ese hatillo.
Un beso

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